jueves, 25 de diciembre de 2008

25 de diciembre

Me tocaba, como otros años, trabajar el Día de Navidad. Entraba en el turno de tarde, a las 14 horas y, como pasa estos días navideños, la digestión de la cena de Nochebuena aún no había concluido cuando me preparaba para marcharme a trabajar. Langostinos, asado, tinto, blanco, ostras, salmón, patatas, salsas, piña, nueces, higos, guirlache, turrones, polvorones, champán... Al despertar los procesos gástricos continuaban trabajando, inacabados durante el sueño que, por aquello de los horarios, se había convertido en siesta. Así que tan sólo me preparé un sandwich con los restos del salmón ahumado de la noche anterior, una coca-cola que te despierte con su efecto jarabe curativo estomacal y arreando, que llego tarde.

Esa tarde suele ser muy tranquila, el personal ha pasado la Nochebuena y por la mañana hay poco quehacer. Papás y mamás paseando con sus hijos que juegan con sus coches teledirigidos, patines o bicicletas que Papá Noel les dejó por la noche. Al mediodía la gente acude a comer a casa de la familia y hasta bien entrada la tarde no hay meneo en la calle. Aquel Día de Navidad me tocó atender la centralita-emisora y atención al público.

Pasadas las tres de la tarde me dispuse, tranquilamente, a comer mi riquísimo y apetitoso -aún a pesar del atracón de la noche- sandwich de salmón. Lo saqué de mi fiambrera y le quité el papel de aluminio, que me sirvió de plato, abrí la coca-cola y le eché un trago notando sus cosquilleantes burbujas por mi garganta. Bueno -pensé-, nos papearemos tranquilamente mi comida de Navidad. En esos precisos instantes apareció por las dependencias un indigente; joven, sin afeitar pero no muy sucio, con su gorro de lana y su mochila al hombro.

-Buenos días agente. -Me dijo, -estoy buscando para comer, es que tengo lo del Servicio Social pero hoy está cerrao todo-.

-Sí claro, es que a estas horas y siendo Día de Navidad... ¿No hay ningún bar abierto?

-No, que va. Nada. He dao ya un montón de vueltas y no hay nada abierto, agente. - Paró de hablar un momento y me miró directamente a los ojos. -Oiga, ¿no puede usted darme algo? Alguna ayuda, es que no he comido nada desde ayer, ¿sabe?



Lo miré y me encogí de hombros ¿Qué iba a hacer? Miré mi sanwidch y le dije: -Sólo tengo esto, ¿si te vale? Ya ves lo que iba a comer yo, un sandwich, pero si lo quieres... - Se acercó al mostrador y miró por encima de él viendo mi sandwich en la mesa, sobre el papel de aluminio.

-Si no tiene otra cosa.- Dijo mientras me miró un segundo para luego perder su mirada en el infinito.

-Tenga, tenga. le he pegado un bocado...

-No importa, agente. No se preocupe, no importa.

Mientras cogía el sandwich lo envolvía en el papel de aluminio y poco a poco fue saliendo de las dependencias.

-Muchas gracias, agente. Muchas gracias. Es que no tengo nada de comer ¿sabe? Muchas gracias.

-Nada hombre, nada. A ver si encuentras un bar donde resguardarte del frío y que aproveche, hombre.

-Gracias, agente. Muchas gracias y, Feliz Navidad.

-Igualmente, hombre, igualmente. Feliz Navidad.


4 comentarios:

Perreti dijo...

Me quito el sombrero. Este tipo de acciones, por nimias que puedan ser, enmarcan el nombre del bienhechor con letras de oro. En lo que a tu blog se refiere, enhorabuena, veo que sigues constante y con buena retórica. No así yo, que prácticamente ya no encuentro el momento de sentarme a escribir. Un saludo.

ECO5 dijo...

Gracias Perreti, suelo pasarme por tu blog y te animo a seguir escribiendo. Saludos.

Crispal dijo...

En casos como éste da gusto ayudar a la gente. El problema es que uno nunca sabe si el que te pide limosna es una persona necesitada o un caradura miembro de una mafia de cualquier tipo. Sin ser policía he visto cómo una furgoneta repartía por las mañanas a gitanas con niños para pedir en esquinas estratégicas como el que va al trabajo cada día. En fin.

ECO5 dijo...

Crispal, lo que cuentas es real como la vida misma, pero lo de este hombre era otra cosa... Saludos.

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