Tormentón

Hace ya unos años, realizando patrulla unipersonal a pie, tuve una curiosa experiencia policial. Me toco aguantar la crítica ciudadana hacia la administración, concretamente hacia el ayuntamiento, claro, del que en ese momento debía ser yo su máximo representante. Era una tarde de verano, de esas pesadas en las que pica el bochorno y de las que apuntan tormentón y como la patrulla era a pie por las calles del casco antiguo y turístico, pues lo de la mirada al cielo se repetía de vez en cuando. No quería uno remojarse si no era necesario.

La tarde se desarrolló tranquila, sin problemas; consultas de los turistas, un poquito de regulación del tráfico, presencia en la calle como imagen de policía de proximidad, vamos lo normal. Hasta que Eolo y Thor se cabrearon. El cielo empezó a encapotarse, cubriéndose de negros nubarrones y el aire empezó a moverse, con un viento fresco que traía el olor a tormenta de verano con algún gotón de agua que empezó a caer. Me acerqué a donde tenía la moto y me puse el chubasquero, tenía calor con el puesto pero prefería eso a mojarme, así que busqué donde resguaradrme por si acaso y continué la patrulla a pie. Al rato empezó a descargar una gran tormenta, con rayos y truenos de campeonato y una gran tromba de agua, de esas que caen en unos minutos y luego se acaba casi de golpe. Bueno, pasó el chaparrón pero la tormenta eléctrica continuaba con un aparato eléctrico considerable.

Humm, pensé, aún se irá la luz...Dicho y hecho, entonces empezó la experiencia sociológica como receptor de quejas ciudadanas. Debo decir que el corte de luz duro muy poco, imagino que un rayo pegó un leñazo en algún trasformador y por seguridad se cortó la luz. La verdad es que en menos de cinco minutos todo volvió a la normalidad pero, aunque no hubo muchos problemas, el aquí vestido de romano debía ser quien solucionara los problemas de la ciudadanía y, además de inmediato, en una festiva tarde de verano. Bueno, lo más curioso fue el pollo que me montó el propietario de un restaurante, que se dirigió a mí sin cortés saludo previo claro. Ni un "buenas tardes", ni un "hola mire usted", ni un "oigame es que", no, directamente un "¡Oye tú!" gritando en un tono excitadito que parecía iba a mayores. Con sus ojos enrojecidos y continuando el grito:

- ¡Oye!, es que...
- Buenas tardes. Dígame, dígame...
- Hay que ver, este ayuntamiento que sin vergüenza, que nos corta la luz cuando quiere. Por un rayo, es que hay que ver, caen los rayos y truenos y ¡hala, ya estamos! Haz algo hombre, que esto no se puede aguantar...¡Pero, haz algo!
- A ver, caballero, tranquilícese ¿Qué es lo que ocurre, que aún no tiene luz?
- No, no. Si la luz ya ha vuelto. Pero es que este ayuntamiento...Hay que ver, eh...
- Bueno pero ya está todo arreglado, ¿ya tiene luz o no?

Y se dio media vuelta refunfuñando que sí, braceando y cabreado que no veas. Y claro, mientras lo veía alejándose por aquella calle yo pensaba: Pero la gente está muy estresada ¿no? Se cabrean a lo bestia enseguida y no se paran un segundo a pensar que no pasa nada, que no es tan grave, joder.

Lo digo más que nada porque luego, cuando sí que pasa algo y sí se debería hablar o incluso gritar, la gente suele callarse ¿No?