martes, 23 de septiembre de 2008

Fuego (II)

-¿No te pones la máscara?
-No. Cuando entremos ya veré cómo está la cosa y si eso me la pongo.
-Pero... Bueno tú sabrás. Yo me la calzo ya, tío.

Y así lo hice. Me la ajusté como pude, lo cierto es que nunca me había puesto una y resultaba un poco agobiante, además, de noche y dentro de aquel portal que no se veía nada de nada. Nos dirigimos hacia las escaleras, olía a quemado, mucho, pero no se percibía el humo. Todavía. Entonces paramos un momento y hablamos.

-Vamos a subir juntos, como si fuéramos en binomio ¿vale?
-Sí, sí. Entendido. ¿Tú delante?
-Vale, ya tiro yo el primero. Vamos.

Puse la mano sobre el hombro de mi compañero, colocándome detrás de él, alumbrando con las linternas.

-Tú alumbra más p'arriba que yo ya iré mirando que hay por delante.
-Vale, vale. Ten cuidao no te tropieces con las escaleras y ponte la máscara de una puta vez, ¡joder!
-Sí, casi que sí...

El primer piso estaba limpio, nadie contestó a nuestros gritos y en la calle ya nos habían dicho que no había nadie. El olor a quemado aumentaba, comenzaban a escucharse ruidos, como chasquidos y el humo ya empezaba a ser patente. Al llegar al segundo piso pudimos ver cómo, claramente, el humo salía de un piso, el del rumano. Nos acercamos con cuidado pero prestos, el humo salía por las rendijas de la puerta y subía hacia el techo de aquel pasillo vecinal.

Al llegar frente a la puerta notamos mucho más calor, era evidente que en el interior había fuego. Entonces sabíamos que estábamos en el momento clave, teníamos que comprobar si aquel rumano que nos habían dicho estaba allí dentro.

-¿Hay alguien aquí? ¿Hay alguien? -Gritó mi compañero mientras aporreaba la puerta.

Pero no obtuvimos respuesta alguna. Nada. Sólo ruidos, chasquidos, nos dábamos perfecta cuenta de cómo se resquebrajaban las baldosas de los alicatados y de cómo el humo se tornaba más negro.

-Ahí debe haber una buena...
-Sí, tenemos que tener cuidado, tío, ahí debe haber mucho fuego eh...
-Vamos. Hay que tirar la puta puerta y p'adentro.
-Pero con cuidado, el efecto chimenea nos puede socarrar.
-Ya, ya. Ya lo había tenido en cuenta. La puerta está caliente, hay que ir con mucho ojo.

Mi compañero puso la mano sobre la puerta, pero sin llegar a tocarla, su gesto no admitía duda. Así que me coloqué a un lado, un poco agachado, mientras él se preparó para dar la patada en la puerta.

-Espera, así no la abriré. Primero tengo que forzarla un poco.
-Vale, ya lo hago yo.

Saqué mi defensa y como con una pata de cabra conseguí abrirla unos centímetros. Afortunadamente estaba separado de la puerta porque enseguida noté el fogonazo de calor que escupió el interior. Entonces, mi compañero le metió una patada de campeonato a la susodicha, apartándose inmediatamente a un lado. Sabía lo que hacía, abrir aquella puerta provocó la salida de una gran cantidad de humo y una pequeña llamarada.

-¡Hostias! Casi tenemos guardia a la brasa
-Con cuidao, echamos un vistazo rápido y nos piramos. La cosa se está poniendo fea.
- Vamos a entrar agachaditos, por debajo del humo. Rapidito.

A pesar de llevar las máscaras no nos fiábamos. Al entrar comprobamos que el fuego era real aunque no lo vimos, pero el humo no daba lugar a la duda. Avanzamos por el pasillo, bajo el humo, gritando si allí había alguien y sin obtener respuesta. Al final del pasillo estaba la cocina, allí sí vimos el fuego. Era importante, por su violencia en la cocinilla parecía haber empezado allí aunque poco pudimos ver ya que el fuego se extendía por todos los muebles de la cocina. Sólo nos quedaba mirar en una habitación.

-¡Está aquí! ¡Ese tío está aquí!

Entré tras mi compañero. Allí estaba aquel tipo, echado en su cama, completamente vestido. Dormido o inconsciente.

-¡Eh! ¡eh! ¿Me oyes? ¿Eh?
-Vamos, vamos, lo cogemos y nos vamos. Ese tío está más sobao que en un quirófano.

Ayudé a mi compañero a colgárselo al hombro y salimos. Yo delante, de medio lado, agarrando al compañero y guiándolo entre la oscuridad y el humo. Salimos del piso muy rápido. Al llegar a las escaleras lo cogimos entre los dos, afortunadamente, al llegar al primer piso nos encontramos con los bomberos. Ya estaban allí.

-Pero ¿por qué habéis entrado?
-Pues para sacar a este tío, no lo ves...

Nos ayudaron a sacarlo. El calor y el sudor me agobiaban. Decidí quitarme la máscara, total ya estaba el trabajo hecho y salíamos de allí, nos quedaban pocas escaleras pero el esfuerzo aún estaba patente. Y pagué mi descuido. Empecé a notar como si me comiera el humo con patatas, una bocanada de negro y tóxico humo recorrió mis vías aéreas. Me di cuenta. Al salir a la calle respiré lo más fuerte que pude, me alivió mucho pero, noté que algo no iba bien.

-Me encuentro mal, macho.
-¿Qué te pasa?
-Me he quitado la máscara y creo que he tragado humo.
-Pero estás tonto o qué ¿Por qué has hecho eso? Joder

En ese momento me desvanecí levemente, tuve que apoyarme en mi compañero. Sufrí un mareo, como una bajada de tensión.

-Ay...
-¿Estás bien? Anda siéntate ahí.

Me apoyé en la pared y puse mi culo en la acera. Joder, estaba un poco chungo. Se acercó un bombero y me preguntó pero le dije que con un poco de aire fresco del invierno se solucionaba todo. Además, las asistencias estaban con aquel rumano. Al parecer lo habían largao del curro esa tardde y esa noche le pegó a la botella. Un descuido en la cocina sumado a unos tragos, igual a un incendio.

-Bueno tío, ¿te llevo al hospital o qué?
-No, no. Ya estoy mejor.
-Bien, al final ha habido suerte.
-Sí, menos mal.
-Sí.

Entonces mi compañero sacó su paquete de cigarrillos, se puso uno medio caído en la boca y me preguntó entre sonoras carcajadas:

-¿Te apetece tragar un poco de humo?

No hay comentarios:

PRENSA

Esperando Contenido Widget ...